Los 12 platillos de Bon Appétit, Majestad que conquistaron Netflix
Escrito por peregrinacoreana.com
Hay K-dramas que se miran y otros que se saborean. Bon Appétit, Majestad es de esos que te dejan con hambre.
Este drama de época —que me tuvo entretenidísima y sonriendo durante 12 capítulos— cuenta la historia de una chef moderna que, por un giro imposible pero muy coreano, aterriza en la era Joseon para cocinarle a un rey temido y de paladar absoluto. Lo mejor: en cada episodio, el conflicto político y emocional se resuelve en la mesa. Cada plato es una historia, una emoción y una estrategia de supervivencia.

Foto principal: magen: Collage de escenas de *Bon Appétit, Your Majesty (폭군의 셰프) de tvN / Studio Dragon/ Netflix.

Como la cocina es una de mis pasiones, esta serie me atrapó desde el primer capítulo. No solo por los sabores, sino por el nivel de detalle detrás de cámara.
Detrás del banquete

Imagen: Chef Jong Cheol Shin y Im Yoon-ah, perfil del Chef Jong Cheol Shin / SM Entertainment, publicada en Maeil Business Star Today.
Platillo Nº1 — Bibimbap de mantequilla y gochujang

Imagen: Bibimbap de mantequilla y gochujang (버터 고추장 비빔밥), primer plato presentado en el episodio 1 de Bon Appétit, Majestad. tvN / Studio Dragon / Netflix.
El primer plato de Bon Appétit, Majestad es el bibimbap, y con eso ya me tenían ganada.
El bibimbap es uno de mis platos coreanos favoritos. Parece simple (un tazón de arroz con verduras, un huevo encima y esa salsa roja que lo une todo), pero cuando está bien hecho es un espectáculo. He probado varios, y cuando cada vegetal tiene su propia sazón —cuando se distingue el punto justo de la zanahoria o el toque salado del hongo— el plato es sublime.
En la serie, la chef le da una vuelta inesperada: cambia el aceite de sésamo por mantequilla derretida. Pero no cualquier mantequilla: la dora apenas, hasta que suelta ese aroma a nuez que marca el momento perfecto, y al mezclarse con el gochujang se vuelve una crema sedosa y brillante.
No sé si eso sabe a cielo o a pecado, pero la cara del rey cuando lo prueba no deja dudas: está delicioso.
Y lo que más me gusta de esa escena es que el plato no intenta impresionar. Es humilde, moderno y perfectamente equilibrado.
Platillo Nº2 — Cocina al vacío: el jeonchisu de Joseon

Imagen: Cocina al vacío: el jeonchisu de Joseon (전치수), episodio 2 de Bon Appétit, Majestad.
tvN / Studio Dragon / Netflix.
El segundo plato sube el nivel culinario. Ji-young enfrenta sus primeras zancadillas: una despensa vacía y un reto que, si sale mal, puede costarle la vida a alguien.
Parece desesperada por encontrar qué cocinar, descubre un trozo de carne escondido, tan duro que ni el cuchillo entra. Todos esperan que falle, pero ella no se rinde. Tira de técnica y decide cocinar a baja temperatura —una idea muy sous-vide (cocción lenta y precisa para lograr textura uniforme y jugosa)—, solo que está en pleno siglo XV.
Sin termómetro ni selladora al vacío, improvisa: envuelve la carne en kombu para ablandarla, controla el calor con la mano sobre el agua y la sella con paja para darle ese aroma a fuego. Puro ingenio de campamento. Genial.
El resultado: una carne tierna, jugosa, brillante. Y el rey, que no se impresionaba con nada, suelta su primera frase memorable: “Cheon-ha il-mi”, el mejor sabor bajo el cielo.
En los textos antiguos, jeonchisu era una técnica para proteger la carne del fuego directo; aquí la reinterpretan como el germen del sous-vide. El remate es ese condimento que los fans llaman el “umami de Joseon”: una mezcla de anchoas secas, camarón salado y setas que une mar y tierra en un solo sabor. Simple y brillante.
Platillo Nº3 — Alta cocina al estilo Joseon

Imagen: Alta cocina al estilo Joseon, episodio 3 de Bon Appétit, Majestad.
tvN / Studio Dragon / Netflix.
Ji-young recibe el ascenso más peligroso de su vida: el rey la nombra chef real, con una condición letal —cocinarle algo distinto cada día o perder la cabeza. No hay descanso ni margen de error. Y justo ese día, el rey regresa de cazar con un venado enorme, así que el menú se decide solo.
Ella toma esa carne y la vuelve elegante sin caer en lo pretencioso: la cocina despacio y la baña con una reducción de vino y jujube (dátil rojo coreano de dulzor suave). Por la reacción del rey, dio en el punto exacto donde técnica y alma se encuentran: alta cocina sin perder el corazón.
Cuando la prueba, hace una pausa. No habla: respira hondo, baja la vista y el rostro se le suaviza. En ese pequeño silencio cabe todo —la sopa de su madre y la niñez que regresa.
Course Nº4 — Doenjang Soup con espinaca y almejas

Imagen: Sopa de doenjang con espinacas y almejas (된장국), episodio 4 de Bon Appétit, Majestad.
El siguiente desafío llega con trampa incluida: la Gran Reina Viuda organiza una competencia con un tema noble —“piedad filial”—, pero reparte los ingredientes de forma nada justa. A Ji-young le tocan los restos: tofu maltratado y una pasta de doenjang a medio camino.
Mientras piensa cómo salir del paso, ve un puñado de espinacas frescas, rarísimas en la cocina real. Y ahí le cae la idea. Recuerda que la Reina Viuda lleva años buscando el sabor de una sopa que su madre le hacía cuando era niña. Decide recrearla: una sopa de doenjang con espinaca, simple y honesta, con un toque de almejas —esa nota marina que ella nunca pudo explicar y que, por fin, cierra el recuerdo de su madre—.
Cuando la Reina la prueba, hace una pausa larga: reconoce ese sabor perdido y se le llenan los ojos de lágrimas. No hay lujo ni espectáculo; solo memoria servida en un cuenco.
A partir de aquí, cada plato empieza a tener ese doble efecto que la serie maneja tan bien: alimenta el cuerpo, sí, pero también despierta algo mucho más profundo.
Platillo Nº5 — Schnitzel de copos de nieve

Imagen: Schnitzel de copos de nieve, episodio 5 de Bon Appétit, Majestad.
tvN / Studio Dragon / Netflix.
Después de tanta emoción —y sopa con lágrimas—, el quinto platillo baja las revoluciones. El rey Yi Heon atraviesa días tensos: entre el peso del deber y el recuerdo de un beso que no sabe cómo manejar, se impone ayuno y silencio. Los médicos, además, le prohíben los platos fríos. El cuerpo necesita calor, y el alma también.
De esa necesidad nace un plato reconfortante: un schnitzel al estilo Joseon, frito al momento y servido bien caliente. A simple vista, es un filete fino empanado —tipo dongkaseu— con mermelada de frambuesa y salsa tártara; pero el secreto está en la textura. Sin pan rallado en Joseon, Ji-young improvisa un rebozado tan ligero que queda casi blanco y cruje como nieve recién caída. De ahí el nombre: Snowflake Schnitzel, dorado por fuera, tierno por dentro.
Cuando llega a el platillo al Rey, el primer bocado lo dice todo: cálido, crujiente, familiar y nuevo a la vez. El principe Jesan se une a la degustación, y entre risas y bocados generosos, el aire se llena de una calma engañosa: solo la comida es sincera en esa mesa.
Platillo Nº6 — Macaron de sésamo negro

Imagen: Macaron de sésamo negro (검은깨 마카롱), episodio 6 de Bon Appétit, Majestad.
La llegada de la delegación Ming no fue cortesía: exigieron más tributos y despreciaron la cocina de Joseon. La tensión terminó en la mesa: propusieron un concurso de cocina cuyo premio definía los términos del tributo —si Ming ganaba, se quedaba con licencias para cultivar ginseng; si ganaba Joseon, obtenía ventajas comerciales como harina a voluntad.
Antes de que empezara la competencia oficial, Ji-young presentó algo tan elegante como inesperado: macarons de sésamo negro. Sin mantequilla comercial, la elaboró a mano y montó una crema suave con sésamo negro, intenso y perfumado: un bocado simple en apariencia, pero preciso en mensaje.
Cuando el emisario los probó, se quedó desconcertado: aquella textura impecable y ese giro “ajeno” a su cocina lo tomaron por sorpresa. Y aunque nadie lo dijo en voz alta, todos lo entendieron: Joseon recuperó un poco de orgullo… gracias a un macaron.
Platillo Nº7 — Pajeon de Dongnae para un día lluvioso

Imagen: Pajeon de Dongnae para un día lluvioso (동래파전), episodio 7 de Bon Appétit, Majestad.
Fuera del palacio, bajo la lluvia, necesitan convencer a un herrero para fabricar la tapa de una olla a presión. Ji-young llega con el rey de incógnito y su pequeño grupo, y juega una carta de pura memoria: prepara «Dongnae pajeon», la tortilla de cebollín típica de Busan —la tierra del herrero—, dejando que el aroma haga el trabajo. Masa sencilla (harina, agua), cebollines largos y un huevo, vuelta y vuelta hasta dorar: nada de mariscos ni salsas, solo el crujir tenue y el olor a casa. Le costó ceder, pero al primer bocado se ablanda y acepta; luego vendrán las emboscadas y la tapa rota, pero ese instante le pertenece al pajeon: calidez, lluvia y sabor de origen
Platillo Nº8 — Bourguignon de res al vino de arroz

Imagen: Bourguignon de res al vino de arroz, episodio 8 de Bon Appétit, Majestad.
tvN / Studio Dragon / Netflix.
En plena competencia contra los cocineros de Ming, Ji-young parte en desventaja: le desaparecen ingredientes clave justo antes de cocinar. Pero no se detiene. En el último momento reorganiza todo y presenta algo audaz: Rice Wine Beef Bourguignon, una fusión entre el fondo profundo del vino de arroz y la suavidad lenta de la carne estofada.
Su equipo reúne todo el vino disponible y ella lo vierte en la olla sin dudar. En la sala, las miradas se cruzan: nadie en Joseon cocina carne con vino. Pero el resultado es hipnótico: carne melosa, salsa brillante y un aroma que te deja con hambre aunque acabes de comer. No es un plato sencillo ni mucho menos. Es de esos que te hacen cerrar los ojos al probarlo, como si el tiempo se detuviera un segundo.
Platillo N° 9 – Ogyetang a presión:
Samgyetang de gallina negra

Imagen: Ogyetang a presión: samgyetang de gallina negra (오계탕), episodio 9 de Bon Appétit, Majestad.
tvN / Studio Dragon / Netflix.
Para esta ronda final, Ji-young saca su último as: la tapa de olla a presión que por fin consiguió. El reto es un ogye-tang —la versión de samgyetang con gallina negra, ginseng, ajo y jujube— cocido a presión para concentrar sabor y suavidad. (Creo que ya lo dije en otro artículo, pero muero por probar esta sopa.) Mientras tanto, el equipo de Ming apuesta por lo ostentoso: una sopa de lujo tipo “Buddha Jumps Over the Wall” con pepino de mar, tendón de venado y hongo melena de león, ingredientes raros y carísimos.
Ji-young cierra la olla, todos contienen el aire como si fuera a explotar, y deja que la presión haga su magia. Sale caldo claro pero intenso, carne que se deshace con los palillos y ese perfume herbal del ginseng con el dulzor del jujube. En la mesa, el contraste pesa: la propuesta de Ming es lujosa; la de Ji-young es precisa, directa y reconfortante. Uno de los chefs de Ming incluso se quiebra por el recuerdo de un sabor de infancia… y ahí se inclina la balanza a favor de Joseon.
Platillo Nº10 — Restaurante Joseon

Imagen: Sopa de sujebi (수제비) con pollo, raíces y jujube, servida en el episodio 10 de Bon Appétit, Majestad.
Crédito: tvN / Studio Dragon / Netflix.
El Gran Príncipe Jinmyeong, hermano del rey, se desmaya poco después de una cena que había sido un momento de ternura entre ambos. El joven quería probar la comida de Ji-young, de la que todo el palacio hablaba, y el rey accede con una sonrisa que no se ve tan seguido.
Poco después, el niño enferma y las sospechas apuntan a la chef. Pero ella no se defiende con palabras, sino con lógica: descubre que la medicina del príncipe había sido adulterada, y que el ginseng del menú había actuado como detonante.
Para ayudarlo a soportar el antídoto, Ji-young vuelve a lo esencial: una sopa espesa, cálida y suave —pollo, raíces, jujube y pequeños trozos de masa que flotan como nubes. El rey la prueba primero, en silencio, y después de unos sorbos el niño se estabiliza.
No es un plato de concurso ni de gala. Es comida de verdad: hecha para cuidar, para sostener, para salvar
Platillo Nº11 — Gujeolpan de carne vegetal y
pastel de berenjenas

Imagen: Gujeolpan de carne vegetal (구절판), episodio 11 de Bon Appétit, Majestad.
Es el banquete de cumpleaños de la Gran Reina Viuda y hay un dilema claro: ella dejó de comer carne, pero un banquete real sin carne suena imposible. La solución llega en formato clásico de la cocina palaciega: gujeolpan —nueve compartimentos— con rellenos trabajados a base de soya que imitan la textura de la carne sin traicionar el paladar. A su lado, un pastel de berenjena horneada, suave y estable en mesa, que aporta calidez y equilibrio al conjunto. Nada ostentoso: técnica, sensibilidad y respeto a la comensal.
En medio del festejo estalla la revelación política que sacude al rey, pero un trozo de chocolate vuelve a hacer de puente: simple, directo, funciona como gesto de contención en la escena. Es mínimo, sí, pero el simbolismo queda claro: entre tanta tensión, un bocado puede devolver algo de calma.
Platillo Nº12 — Hwanseban, el banquete del retorno

Imagen: Detalle del colgante de jade del Hwanseban (환세반), símbolo del reencuentro y del banquete del retorno en el episodio 12 de Bon Appétit, Majestad. Crédito: tvN / Studio Dragon / Netflix.
El nombre del último episodio, Hwanseban, significa “la comida que te trae de vuelta”.
No hay mejor forma de cerrar esta historia.
A estas alturas, ya no se trata de técnicas, ni de torneos, ni siquiera de política. Todo gira en torno a lo mismo que la movió desde el principio: cocinar para recordar, para cuidar, para volver a casa.
No voy a contarles el final (porque aunque este artículo esté lleno de spoilers, confieso que odio los spoilers), pero sí puedo decirles esto: en el corazón de la historia queda un libro, un cuaderno de recetas escrito con amor y memoria. Un libro que guarda los sabores de un tiempo, de una relación, y que funciona como un puente entre dos mundos.
Quizás eso sea, al final, lo que más me gustó de Bon Appétit, Majestad: que nos recuerda que la comida no solo alimenta, también conecta. Nos une con quienes amamos, nos devuelve a los lugares donde fuimos felices, y a veces tiene el poder de traernos de vuelta.